domingo, 8 de marzo de 2009

Mal de escuela, Daniel Pennac

Como se señala en la nota introductoria, Daniel Pennac aborda la cuestión de la escuela y la educación desde un punto de vista insólito, el de los malos alumnos. El prestigioso escritor francés, un pésimo estudiante en su época, estudia esta figura del folclore popular otorgándole la nobleza que se merece y restituyéndole la carga de angustia y dolor que inevitablemente le acompaña.

Desde su propia experiencia como zoquete y como profesor durante los veinticinco años que ejerció en un instituto de París, Pennac reflexiona acerca de la pedagogía y las disfunciones de la institución escolar, sobre la sed de aprendizaje y el dolor de ser un mal estudiante, sobre el sentimiento de exclusión del alumno y el amor a la enseñanza del profesor. Mal de escuela es un entusiasta regreso a las aulas, lleno de ternura, humor y sentido común. Un fenómeno editorial en Francia capaz de reabrir el debate de la educación.

El problema, como de costumbre, es plantearse quién está capacitado para reabrir este debate. Quizás aquellos políticos que estén alejados de esa moda dañina, a todas luces , que convierte a la escuela en un cajón de sastre en el que cabe todo -concienciación social, educación cívica y sexual, prevención de todos los males, etc.- y sobra lo más importante: en una escuela se va a aprender.

Puedo uno buscar soluciones a la necesaria calidad de enseñanza en numerosos ensayos y publicaciones que alertan sobre el desprestigio de la escuela. Ofrecen soluciones utópicas pues abundan las propuestas de sesudos intelectuales que no han pisado un aula en sus vidas o que, si lo hicieron, no recuerdan nada y han olvido la realidad de lo que supone dar clase a adolescentes.

Sorprende Pennac en sus sugerencias: Los males de gramática se curan con la gramática, las faltas de ortografía con la práctica de la ortografía, el miedo a leer con la lectura, el de no comprender con la inmersión en el texto y la costumbre de no reflexionar con el tranquilo refuerzo de una razón estrictamente limitada al objeto que nos ocupa, aquí y ahora, en este aula, durante esta hora de clase, ya puestos a ello.


A cualquiera mínimamente sensibilizado con estas cuestiones, le animaría a empezar a leer este Mal de escuela por la página 234 en su epígrafe siete.

Daniel Pennac
Mal de escuela
Mondadori, Barcelona, 2008
Traducción de Manuel Serrat Crespo

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