domingo, 19 de abril de 2009

INFORME DE PROYECTO HOMBRE

Joven de 17 años que vive con sus padres, el perfil del drogadicto que busca ayuda.
EUROPA PRESS. MADRID.
Más de la mitad de los jóvenes atendidos por consumo de drogas en la red de centros de la Asociación Proyecto Hombre son menores de edad (63%), están estudiando (53,8%) y viven en un hogar "normalizado" junto con sus dos progenitores (52%), según los resultados de un estudio realizado por esta entidad y presentados en el marco de las XI Jornadas 'Menores, Drogas y Sociedad de Proyecto Hombre'.

De hecho, la procedencia de familias "normalizadas" -como las denominan los propios autores del estudio- evidencia que el perfil de los consumidores ha cambiado y "ha dejado de estar vinculado "con la marginalidad o la delincuencia", según ha explicado la delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya.

Moya ha afirmado que los actuales consumidores de drogas "tienen una vida normal" y están "integrados socialmente tanto en los ámbitos educativos o profesionales", algo que va cambiando con el consumo hasta que "el problema se agudiza y se crea una dependencia que condiciona sus relaciones personales, profesionales y académicas".

A pesar de esto, Moya considera que los jóvenes con familias desestructuradas siguen siendo "población de riesgo más vulnerable", como demuestra que uno de cada cuatro jóvenes tratados en Proyecto Hombre (26,2%) viven sólo con su madre o con ésta y su pareja.

Tras analizar una muestra de 1.079 jóvenes que iniciaron tratamiento en esta entidad a lo largo de 2008, se observó que la media de edad del paciente atendido es de 17,34 años y que la mayoría de las peticiones de tratamiento proceden del área familiar, preocupados por el comportamiento de sus hijos y ante la sospecha de que pudieran estar iniciándose en el consumo de drogas.

En cuanto la ocupación de estos jóvenes, más de la mitad estaban estudiando en el momento en que iniciaron el tratamiento, aunque un 23,9% ni estudiaba ni trabajaba, y un 19% sólo trabajaba.

Un cóctel de cuatro sustancias

Por otro lado, la mayoría de los jóvenes que inician tratamiento en Proyecto Hombre suelen ser policonsumidores, generalmente de tabaco, cannabis, cocaína y alcohol. Según detalla el estudio, los jóvenes fuman más porque no lo consideran una sustancia peligrosa, lo que hace que aumente también el consumo habitual de cannabis, sustancia que provoca la mayor parte de las demandas de tratamiento.

Así, de los pacientes tratados en 2008 un 69% consumía cannabis, frente al 18,3% que tomaba cocaína. Según Moya, esta tendencia en jóvenes se invierte en personas de más edad donde "la cocaína es la causa de la mayoría de tratamientos".

Igualmente, la heroína y los disolventes son sustancias con poca demanda media aunque en algunos centros alcanzan más del 20% del total de tratamientos, representando uno de cada cinco casos atendidos.

El informe recoge como en 2008 finalizaron el programa educativo-terapéutico al un total de 268 adolescentes, de los que un 69% recibió el alta mientras que el porcentaje restante (31%) finalizó el tratamiento sin cumplir los objetivos previstos.

martes, 14 de abril de 2009

Los costes emocionales de Facebook o Twitter

Las emociones ligadas al sentido moral tardan más en activarse en nuestro cerebro. Los autores recuerdan que la empatía social necesita tiempo para la reflexión.
AFECTA A LA MORAL Y LA COMPASIÓN

Fuente de la noticia: edición digital Diario El mundo, María Valerio, Madrid.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/04/13/neurociencia/1239624696.html

El neurólogo portugués Antonio Damasio es considerado el padre de la neurología cognitiva moderna por sus trabajos sobre la relación entre los sentimientos y el funcionamiento del cerebro. La última de sus observaciones en este terreno acaba de publicarse en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' y podría tener implicaciones sobre la moderna (y veloz) cultura de masas que nos rodea.

Imágenes de violencia y sufrimiento en televisión, medios digitales cada vez más veloces y difíciles de procesar, relaciones personales sustituidas por redes sociales como Facebook o Twitter... ¿Cómo podría influir todo esto en las capacidades cognitivas del ser humano? ¿Procesamos de igual manera las emociones cuando éstas nos llegan a través de un formato digital? Sin ser un alegato contra las nuevas tecnologías, el último estudio de Damasio indaga en estas cuestiones.

Las conclusiones de este investigador, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en el año 2005, proceden de un experimento llevado a cabo con 13 voluntarios de la Universidad de Southern California (en Los Angeles, EEUU), donde el científico portugués dirige el Instituto del Cerebro y la Creatividad.

Después de escuchar historias reales que trataban de despertar en ellos sentimientos de admiración y de compasión (tanto en el sentido más físico; como de empatía social) los investigadores observaron qué ocurría en su cerebro mediante imágenes de resonancia magnética funcional. Como destaca Damasio, hasta ahora los estudios cerebrales sobre la compasión estaban limitados a los sentimientos que despierta en nosotros el dolor ajeno; ésta es la primera vez que se extiende este concepto en un sentido más amplio de compasión o empatía social y se aborda además la admiración.

Los sentimientos relacionados con cuestiones morales y psicológicas (admiración por un buen acto o una habilidad al desempeñar alguna tarea) tardaron más en activarse en el cerebro de los participantes que los relacionados con cuestiones físicas (ante un accidente con heridos, por ejemplo).

Sin embargo, si los sentimientos 'sociales' tardaron alrededor de seis a ocho segundos en surgir (frente a unas décimas de segundo en el caso de reacciones ante estímulos físicos, como el daño ajeno), los investigadores también descubrieron que duraban más tiempo activos en el cerebro de los participantes.

Teniendo en cuenta la rapidez con la que se desarrolla la comunicación en los nuevos medios digitales, al estilo de Twitter, los autores temen que muchas personas no sean capaces de experimentar plenamente emociones relacionadas con los demás. "Para algún tipo de pensamiento, como son nuestras decisiones morales respecto a los otros, necesitamos un tiempo adecuado para pensar y reflexionar", subraya Mary Helen Immordino-Yang, otra de las firmantes.

Aunque Immordino-Yang insiste en que no se trata de culpar a los medios digitales de estos cambios perceptivos, "sino de cómo empleamos estas herramientas digitales". "Me preocupa más", coincide Damasio, "con la abrupta yuxtaposición que se puede encontrar, por ejemplo, en las noticias".

Su trabajo, según concluyen en el propio documento, pone de manifiesto que el cerebro es capaz de distinguir perfectamente las emociones que tienen que ver con las cuestiones físicas que aquellas que suscitan las dimensiones morales o psicológicas de una situación, "y que juegan un papel fundamental en nuestras relaciones interpersonales".